
Por si las propuestas de quita y pon del gobierno de Zapatero, los oportunistas bombardeos derrotistas del PP y las negras predicciones de los expertos en economía no sembraran suficiente desconcierto, en los últimos días ha aparecido en los medios de comunicación la campaña
ESTO SOLO LO ARREGLAMOS ENTRE TODOS que amplia el panorama de ofertas surrealistas para paliar los efectos de la crisis económica.
Este proyecto está impulsado por la
Fundación Confianza una entidad «sin ánimo de lucro» que dice querer infundir en la sociedad los valores que ayuden a recuperar la ilusión, el orgullo y la credibilidad perdidos con la crisis. Personajes de «reconocido prestigio», entre los que se encuentran intelectuales varios, artistas, deportistas, gente del mundo de las finanzas y de otras procedencias, forman parte del elenco de colaboradores de esta campaña cuyo objetivo se resume en un manifiesto que, entre otras cosas, dice:
Llevamos demasiado tiempo viendo en todas partes lo mal que está todo. Es casi lo único que nos cuentan. Pero la crisis no solo está ahí fuera, también está en nuestras cabezas. Nos ha hecho perder la confianza, nos ha contagiado el pesimismo, el desánimo. Esto es lo primero que debemos arreglar, queremos recuperar la confianza... Tenemos motivos para animarnos… Historias de gente como tú y como yo, que se han enfrentado al momento, que demuestran que con ilusión, entrega y compromiso se consigue todo. Gente que cree en sí misma y lo demuestra a diario desafiando la crisis.Con un presupuesto de cuatro millones de euros se hará la difusión en la red y en los medios de comunicación de los mensajes lanzados por los personajes mediáticos y de los testimonios de «personas anónimas» (de las que con su entrega lo han conseguido todo); y es de suponer que con ello empezará a invadirnos ese torbellino de alegría que servirá para darle la vuelta a la situación actual.
Si todo se quedara en pretender combatir con proclamas optimistas el efecto negativo de la crisis económica en el ánimo social, no tendría mayor objeción a la campaña que el cuestionamiento de su eficacia y el lamentar el gasto de dinero en algo tan poco novedoso. Incluso reconozco la sensatez de algunos mensajes si se aíslan del contexto general: la conveniencia de evitar magnificar los problemas, de no rendirse ante la adversidad, de saber apreciar la suerte de tener un entorno de gente que te quiere y otras cosas de este estilo, no dejan de ser cuestiones que se han de tener en cuenta, aunque su repetición machacona sin más alternativa no ofrezca demasiado consuelo a quienes sufren los efectos materiales de la crisis.
Pero lo malo es que esos mensajes aislados se enmarcan en un contexto global lleno de afirmaciones pretenciosas que descubren la falsedad de esa imagen inocente que se nos quiere vender. Insinuar que en el cambio positivo de actitud general está la clave para darle la vuelta a la situación de crisis es un fraude monumental y un insulto a los cuatro millones de personas desempleadas y a otras muchas que tienen encima esa amenaza y que saben que no hay la más remota posibilidad de que su ilusión y su entrega sean decisivas para cambiar las cosas. Y por si levantar falsas expectativas no fuera suficiente, la llamada a asumir solidariamente las responsabilidades colectivas con ese sospechoso
Esto lo arreglamos entre todos, sin explicar qué es
Esto ni quiénes son esos
Todos, parece augurar que, lamentablemente,
seguiremos colectivizando la solución de los problemas de unos pocos que siempre han privatizado sus ingentes beneficios.
Para intuir los
verdaderos objetivos de la campaña es interesante conocer el elenco de generosos y desinteresados promotores que la respaldan, entre los que aparecen entidades tan destacadas por su filantropía como Telefónica, el Banco de Santander, las Cámaras de Comercio, La Caixa, Iberia, el Corte Inglés, el BBVA, Endesa, Iberdrola, Repsol, Abertis… y otras muchas ONGs de esa calaña.
En fin, que los principales causantes del desastre dejan para las mesas de negociación sus armas tradicionales y recurren a los ingenios del marketing y a las fundaciones benéficas para pedir el esfuerzo colectivo (léase, sacrificio de la mayoría) con exquisitas formas. No tengo la menor idea del impacto social que podrá tener esta campaña, pero, tal como van las cosas, me temo que si llegara a producirse esa epidemia de optimismo, los que siempre pagamos lo haremos sonriendo mientras que los beneficiados se reirán a carcajada limpia.