No es tan dañoso oír lo superficial como dejar de oír lo necesario.(Marcus Fabis Quintiliano)

Carmen Baroja

| 21.11.09


Buscando las piedras de Jaio, me he encontrado con esta mujer, como muchas mujeres: invisible.


Aunque naciera en Pamplona, pasó gran parte de su vida en Bera. Hermana de Ricardo y Pío Baroja, y madre de Julio y Pio Caro Baroja. Desde pequeña se traslada con la familia a Madrid, y junto a sus hermanos, a partir de 1900 participa activamente en la agitada vida artística y literaria de la época. Se dedicó a la orfebrería, a la antropología y al folclore, entre otros diversos y raros saberes. Fue una de las fundadoras del Lyceum Club Femenino, junto con María de Maeztu, Zenobia Camprubí, Victoria Kent y Elena Fortún. Dio conferencias y escribió artículos, catálogos y libros, como El encaje en España (1933), Martinito, el de la Casa Grande (1942), y Joyas populares y amuletos mágicos (1949), que quedó inédito. Al final de su vida redactó sus memorias (Recuerdos de una mujer de la generación del 98), un testimonio de primera mano de la vida política, cultural y literaria de la primera mitad del siglo XX.

1 comentarios:

Io dijo...

Leí esta entrada y he pensado mucho en ella.
He pensado en Carmen Baroja y en esas mujeres que citas, Sonia.
He pensado en qué tipo de educación recibieron y asumieron para desarrollar ese espíritu de reivindicación, ese espíritu de lucha por el reconocimiento de su dignidad y de su valía, ese espíritu de exigente superación personal que me mueve a admirarlas y a estarles reconocido por la tenacidad de sus esfuerzos y por la calidad de sus contribuciones.

Es un tema, este de las feministas españolas de los años 30, al que tengo interés en dedicarle tiempo y leer más sobre ellas, por lo que supusieron de avanzadilla en la mejor dirección en aquel momento y por lo que pueden suponer para orientar los pasos a dar aún hoy si no queremos que la asunción de funciones por la mujer se queden, masivamente, más en la cáscara que en el huevo.

Leo hoy una noticia sobre la Sentencia de una magistrada de Pamplona sobre la denuncia de una menor a su padre, por malos tratos (?),cuando la niña de 13 años recién cumplidos y bebida, se resisitió a abandonar la plaza en la que estaba dando "el cante" con su borrachera a cuestas. El padre usó la fuerza para que no continuara allí, ante la obstinada resistencia que oponía la menor a marcharse a casa de su abuela.

Habrá que leer la Sentencia completa para conocer, no la verdad de los hechos y de las circunstancias de la vida de la menor en aquellas fechas, pero sí la verdad legal recogida en la Sentencia.

Con lo publicado en el diario he tenido bastante para preguntarme una vez más, ¿Qué nos está pasando, como sociedad, para que algunos menores se envalentonen y bravuconeen con la sobreprotección que les brindan algunas de nuestras normas jurídicas y no sólo no reconozcan ni acepten la autoridad paterna/materna si no que amenacen a sus progenitores con llevarles ante los tribunales si no les consienten todos sus caprichos?

¿Qué ocurre en nuestra sociedad para que los legisladores produzcan normas tan torpes e inadecuadas, exaltando la titularidad de derechos al tiempo que hacen invisibles o minusvaloran lo que -en mi opinión- debiera ir a la par: la carga de los deberes asociados a esos derechos?

La lectura de esa Sentencia, ex-culpatoria del padre ´¡afortunadamente!- me ha llevado a pensar de nuevo en el tipo, en los tipos, de educación que transmitimos y que asumen nuestros adolescentes en estos inicios del siglo XXI. Y he vuelto a pensar en esa mujeres del primer tercio del siglo XX y en su formación.

Fuente:
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/12/14/espana/1260806222.html

Un beso, doctora.

Saludos.