
Las cuevas son increíbles. Me gustan las cuevas. La gran mayoría son oscuras y a penas entra la luz. Pero allí se dio la vida, la primera vida, persona, grupo y familia. Se siente la historia en las piedras, en los colores y en los grises según cómo la luz entre y llegue a sus paredes. Las cuevas son como el interior de nosotros mismos y cómo la vida en claroscuro, entre lo desconocido y lo clareado. Por eso hoy hablo y escribo sobre las cuevas. Por que hay cosas que no entiendo en la vida y tampoco tengo claro cómo abordarlo , aún no han hecho proceso para salir a la luz y aceptas que es un momento de cueva, de incógnita, de no comprender ni saber, lo suelo dejar en el misterio de la cueva; donde también guardo mis mejores tesoros. Las cuevas son eso: oscuridad entre tesoros. Pienso que algún día veré más claro y puede que siga sin ver nada pero tendrá su lugar para permanecer a mi lado, dentro de la cueva, los interrogantes y las dudas tienen su lugar en mi vida, se hará la luz y serán tesoros; mientras también los cuido.
Hoy en mi cueva tengo la enfermedad, el dolor, el desgaste, el esfuerzo por salir adelante con una lotería donde a veces sientes que toca con más saña y mal repartida sin que nadie reparta suerte o desgracia; tengo la emoción de la bondad que sólo se ve con el corazón, invisible como es a los ojos, de personas que por fuera ni fu ni fa, y más menos que más y tú sabes bien lo que se pierden de tanto que esa persona es y tan valiosa como la ves; tengo la amistad que te lleva a querer sin miedo y sin medida y sin esperar nada a cambio hasta llorar por que quieres y quieres de verdad, esa misma amistad que te mete dentro de su vida y te define, te posiciona, te lleva a vivir una y otra vez todos los valores que de forma tan diaria y desapercibida o claramente y explicada, te han enseñado tus padres y su vida en primera linea. Y tengo los conflictos y las tensiones que tiran de ti y van puliéndose si pasan por la paciencia y la libertad a la vez. Y como comenté sigo con éste, en este mismo sitio. Otra cosa más que dejo en la cueva. Cómo a veces la vida y su inercia, las miles de razones buenas y honestas, en algunos, o interesadas y crueles, en otros, nos deja sin pensar, sin empatizar, sin recordar que de la gran mayoría de cosas que disfrutamos han sido tarea de otros, esfuerzo de otros y hasta nombre de otros. Lo he visto aquí en Más que Palabras y lo he vivido demasiadas veces en mi vida. No puedo entender el no ser íntegro, honrado, amigo, con el buen hacer de las personas. Tantas veces he guardado este claroscuro en mi cueva que ya se ha llenado de muchos nombres y parecidas circunstancias, conmigo incluída, y equivocada, sensible, incauta, inocente... me da igual, lo tengo claro, tengo seguro que como siempre, "a rey muerto, rey puesto, ¡viva el rey!" pero que no quede sin hacernos reflexionar, sacudir por dentro y tomar postura ¿diferente, la misma?. Ya digo, las cuevas son lugares para las cosas que no entendemos y allí donde están nuestros tesoros. Mi tesoro está en mi corazón y en toda la gente que lo llena y... lo cuida. Javier Vizcaíno es uno de ellos, está en él.
Me gustan las cuevas, son como nosotros mismos y como la vida, un claroscuro.