
No hay nada en la radio que más respeto y admiración me produzca que la opinión de los oyentes. Las radios deberían colapsarse de opiniones de todos los tipos, hablando y escuchándose, levantando el teléfono, o tecleando o escribiendo o visitando... y aún más, de aquél o aquella que menos piense que su opinión llegue a ser valiosa. La Radio debería ser un amplificador de todos ellos y ellas, y nosotros, los que estamos al otro lado, una simple caja de resonancia. Y no digáis que es un sueño, por que de improviso se da esa avalancha y la gente se acerca y te dice "estoy ahí" de muchas maneras; o por las calles, por los cruces de caminos, alguien nos para y nos cuenta y aprovechas para decir ¡qué pena que eso no lo hayas compartido con todos! ¡atrévete la próxima vez!.
Como una frase que se repite dentro y que siempre me ha acompañado pienso "es imposible medir el valor de lo insignificante". Así que a mi me gusta este esfuerzo de lo poco que se hace grande por el sencillo hecho de haber sido compartido y me empeño en mover y remover y poner la mano después en espera de lo que llegue. Siempre pienso que un nuevo sábado y domingo, abrirá una nueva ocasión, otra próxima vez para que los micrófonos se abran y alguien valientemente se atreva y vea lo valioso que lleva entre las manos.
Aquí os dejo un ejemplo. Eskerrik Oskar por acercármelo y como ves, lo comparto (texto y foto)... para que se haga grande.
"Sagesse à l’européenne
Europa, joven de asilvestrada belleza, fue raptada por el libertino Zeus. Mucho antes de su secuestro, larguísimo y, espero, no definitivo, debió vagar meditabunda por los bosques Mediterráneos Primigenios. Iría tan embriagada como suelo estarlo yo en semejantes santuarios.
Tanto tiempo atrás, que parece imposible, yo, ya existía. Y sabía perfectamente
que tendría que esperar con paciencia, hasta el futuro, que ya está aquí.
Por aquel entonces, no existían las ciudades del neo-realismo, ni la moda milanesa, no había camorra, ni chianti, ni modernismo o ricos de toda la vida, ni embarcaciones deportivas. Los volcanes, tan poderosos como hoy, eran morada de los titanes herreros, ya se atisbaban los logros por venir, pero, sólo las personas más sabias, intuían el poder latente en las ideas, y recomendaban, tanto el auto-conocimiento como la contención en sus aplicaciones.
Todo era dorado, plateado, lejano y exótico, cosmopolita. Multirracial. Madera, inciensos perfumados, tejidos, artesanías, graneros como Bancos.
Seguramente, el fluido trasiego de personas y mercancías se daba exactamente como hoy en día, en casi todas las direcciones, sobre el mar y la tierra, sin duda mucho más incómodo y lento, pero, lo recuerdo bien, mucho más bello.
Los bosques, ya por entonces mermados, eran masas ingentes, adoradas, sagradas, parte del ser constitutivo más íntimo de la humanidad. La Democracia, imperfectísima y tragicómica, adoptaba poses hieráticas, o nos sorprendía con sus hijas más amadas, las obras del arte y la literatura.
Ciudades, orientadas en la dirección de los movimientos astrales, crecían, no como las actuales, excrecencias infames, cuyos promotores no conocen el significado de la palabra límite, y mucho menos el de sinfonía, o universo.
Supongo que la esclavitud, infame práctica, era asumida por casi todo el mundo, no había lo que hoy conocemos como clase trabajadora, y mucho menos sindicalismo, anarko, organizado y, u, o funcionarial.
Eso fue después, bastante más después. Y también lo recuerdo. Perfectamente. Parece que fue ayer. Después de periodos increíbles, guerras malísimas, destrucciones y hecatombes mil, en las que casi siempre, por no decir siempre, la gran perdedora es la humanidad, parecía que, por fin, una era dorada, dirigida por la sabiduría inspirada, se iba a instaurar.
Parecía que, del sufrimiento y las cenizas, nacería, una vez más, un orden sensato, bondadoso, amable y eficaz. Ajustado a la realidad del currículo tan variado en falacias y sufrimiento sin cuento, creíamos que íbamos a conseguir emanciparnos y, de paso, emancipar a la humanidad de gobiernos y gobernantes más propios de la era arcaica de, valga la redundancia, gobiernos y gobernantes.
Sin embargo, atónitas y ojipláticas, además de nerviosísimas, muchas personas escuchamos a los Nuevos Sabios Empresarios, que nos proponen La Neo-Dictadura Financiera, El Trabajo a la Luterana y la Maldición Bíblica, quedándose tan anchos, como remedio de estadistas inspirados, ante los males que asolaran, de no remediarlo, una construcción común, llevada a cabo desde tiempos inmemoriales a costa de engaños y aciertos, a costa y sobre los hombros de personas.
¿Cómo es posible esta regresión? Porque no ha habido cambio real en el fuero interno de algunos, casi todos, nuestros gobernantes.
¿Por qué estoy nervioso? Por todo lo anterior. Trabajar de sol a sol. Durante toda la vida. Sin ejercitar el derecho, y hecho intrínsecamente humano, a la libertad, es una desgracia. La Tragedia que se empeñan en escribir personas con poder y autoridad, pero sin inspiración, tendrá, como no, actores supuestamente vocacionales, pero sus obras tendrán el mal final, del que sus autores se librarán.
¿Dónde están los filósofos de verdad? ¿Aleccionando a los Guardianes, siempre tan proclives a dejarse usar, como parte de un monopolio violento, contra seres humanos desarrapados? Esos seres son el sur de Europa, y más al sur, están los otros estados, un tanto fracasados, ¿qué debemos hacer, reconvertirlos en semi-esclavos? ¿O revisitar el sentido del trabajo? Y nosotras, las personas del viejo continente: ¿Nos dejaremos comprar el Alma a cambio de un trabajo?
Oskar Galiana Zabaleta
09 05 2010